Ayer (18 de Junio) sentía en mi interior que tenía que escribir algo sobre lo sucedido. No podía dormirme sin inmortalizar la Peña Chorotega. ! Que bárbaros esos chicos, se trajeron a Guanacaste en sus cuerpos! Me sensibilizaron de una manera trascendental con los poemas ineludibles de Manrique Mora, la poesía que dibujaba paisajes de Rocío Rodríguez y la libre y desinhibida poesía de Irina Méndez, mientras escuchaba me dejaba abrazar por las pinturas de Mario Murillo (Chiza), con esos ojos del Juan gigante que no puedo dejar de mirar.
Con este aperitivo no me quedó más que entregarme a disfrutar la peña, en eso Ernesto Elizondo y Sheila Santa Ana, los animadores, que se vinieron desde Liberia y Cañas, llamaron a Ana Lucía Rodríguez, que cuando se subió al escenario llevaba con ella tanta energía que cada vez que cambiaba de una nota a otra nos transmitía energía y más energía, entre nota y energía nos abría los oídos para no dejar vender nuestro país, parecía una guerrera empuñando su arma: la guitarra, al final de su presentación nos tenía tan cargados que la gente tuvo que bailar... yo me descargué dándole un buen abrazo peñero...
Todavía faltaba música, baile, pregones y decir verdades -¿o mentiras?- a punta de canto y guitarra y quién más para esto que el Santa Cruceño Arnaldo Rosales... que hombre ese que se trajo a Santa Cruz encarnada, con solo decirles que escuchándolo conocí Santa Cruz! póngale cuidado!! y como Arnaldo estaba acompañado por Olman Briceño, aquello era como el Tempisque en invierno, una inundación de música por todo aquel lugar que todos nos mojamos y estábamos felices, queriendo que no se terminara y esperando a ver que seguía.
El cierre estuvo en la voz, las manos, la guitarra y el alma de Olman Briceño que nos revolvió entre la ternura de su letra y su voz y el calor Chorotega que terminó poniendo a todo el mundo a bailar sobaqueadito!!!
Y bueno, como siempre queremos más, nos fuimos a compartir la energía que habíamos cargado a la casa de... “alguien”..., que quedaba por ahí cerca, conseguimos fresco para calmar la sed y en un circulo humano, se armó un verdadero foro, yo solo ponía atención, no había moderador, los derechos de autor se hacían escuchar con fuerza y el sueldo de los músicos pedía ser reconocido, el Teatro de La Aduana como que estaba de mudanza y los muñecos en su teatro jugaban y jugaban con la esperanza de hacerse reales, alguien puso una guitarra en la escena y empezó a sonar, unos amigos que conocimos ese día, Eulogio, un Venezolano y Luz de Perú, nos regalaron sus canciones, bellísimas, claro que cuando alguien empieza otro tiene que seguir, escuchamos a Esteban Monge, a Allan Briceño y por supuesto a Olman. La hora de partir llegaba, se oía por ahí: “ a los de Alajueeela, nos queda 1 hooora” y entre canción y canción, yo iba escribiendo....
Silvia Vargas
VoceraGuanaRED