Siembra y cosecha

viernes, mayo 29, 2009
Fuego, tambor y baile del vientre en la tercera peña cultural que realiza San Ramón.

Fiesta de tambores del grupo Jocote en la tercera entrega de la peña ramonense.

Durante el mes de Mayo la siembra ha sido una fiesta. En las milpas del encuentro y la alegría coinciden amigos y amigas que tomando el milenario espeque y a pies descalzos, dejan caer la semilla del “espíritu” en zonas fértiles, a sabiendas de que la tierra no se deja nada para ella (siempre lo da todo).

De siete cantones, de siete corazones distintos, de siete latidos diversos vienen brotando nuevos ímpetus para fortalecer el solar que nuestros abuelos y abuelas cosechaban en solidaridad, fraternidad y comunión con la naturaleza. Dice mi padre que los unos iban donde los otros a ayudar a sembrar el frijol, y que los otros iban donde los unos a ayudar a sembrar el arroz o el maíz. Al final, en la cosecha los unos compartían con los otros los tantos que correspondían a cada quien y así, se sobrevivía, ¡No había dinero pero se comía sabroso!

A la GuanaRED y a las peñas les ha tocado recuperar y dignificar esta faena de la agricultura y trasladarla a la arte-cultura mediante el trabajo colectivo, no ha habido mucho dinero, no lo hemos sabido buscar, ni él nos ha buscado a nosotros (ha sido nuestra debilidad y fortaleza), pero se ha digerido sabrosamente cada momento, cada instante, cada gota de sudor para producir un evento gratuito para el pueblo, cada momento de necedad sonriente para conseguir los 10 mil colones que va a dar el pulpero, cada desvelada para que aparezca la crónica de la peña en el blog que autodidactamente se logro inventar, cada rogada de padre y Dios mío para que el sonido llegue a buen tiempo.

Hay que decir que las comunidades son agradecidas, tanto la comunidad artística como la gente de los pueblos saben cuando un acto está hecho con amor y honesta intención. Entonces llegan los ángeles, los artistas salva-tandas que luego se convierten en los imprescindibles, los que prestan el sonido y gozan al mismo tiempo porque lo que ven y oyen lleva el sello de “hecho en mi país”, la mama de fulano que hace el arroz con pollo para que el artista no muera de inanición, la tía de mengano que presto el carro para jalar la utilería, el papa de perencejo que puso a disposición la casa para que él o la artista de afuera no durmiera en la banqueta del parque.

La solidaridad es común en estos eventos, y aunque cada peña tuviera mucho dinero como pagarle a toda esa gente, y a los productores jóvenes que hacen sus primeras armas y se raspan hasta el apellido aprendiendo “empíricamente” a desarrollar con constancia y tenacidad el arte de crear acceso libre al arte. En el fondo todos comprendemos que trabajamos para que nuestros amigos y amigas se llenen el alma de alegría y no tengan que consumir ni drogas, ni esa falsa sensación de felicidad que venden la publicidad y la moda. Es extraño pero hasta el público se convierte en cómplice, esperan y perdonan nuestros primeros “raspones” como productores y como artistas, como pagar esa paciencia y ese cariño, no se podría. Todo eso hace posible que en una peña coincidan grandes como incipientes artistas, malabaristas, poetas, cuentacuentos, teatreros, bailarines, cantautores y gentes de distintas generaciones que más que a un espectáculo, llegan a presenciar el trabajo en equipo de gente que piensa y siente la necesidad de volver a las raíces y a la esencia misma de la humanidad: la ternura, el amor, la solidaridad como única vía para la sobrevivencia de la especie en el planeta.

Ahora toca afrontar el reto de formalizar, de canalizar energías que permitan sostener estas experiencias en el tiempo y el espacio, de hacer más aguda la pandemia cultural que amenaza con expandirse a Centroamérica (la ventaja es que en esta los abrazos y los besos no son prohibidos sino necesarios). Ahora, con lo aprendido en ese laboratorio comunitario, toca reflexionar y actuar sobre los futuros caminos que puede tomar este bagaje de sueños, fantasías y acciones que ahora forman parte de un colectivo juvenil, que no se quedará dando las gracias a los que le han apoyado, sino que seguirá buscando afianzar con fuerza un proyecto en el que se vean reflejados los sentimientos, valores y aprendizajes de todos aquellos que de una manera u otra participan y han participado de los mismos sueños y pasiones que impulsan a esta sabia necedad de creer en la eternidad de las palabras, los sonidos y el movimiento…


Ahora toca, más que reconocimientos, conocimientos a tiempo completo…


Ahora corresponde más que la paciencia, la ciencia para vislumbrar nuevos emprendimientos y tareas que hagan realidad el cambio que deseamos: "la vivencia colectiva del arte y la cultura".


Olman Briceño

Animador

GuanaRED


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